Estado de conservación
Los estudios previos
Desde su construcción en tiempos de Carlos III hasta la actualidad, la Puerta de Alcalá ha sido objeto de numerosas intervenciones para garantizar su conservación y disfrute público. La última actuación de calado se llevó a cabo en 1992, seguida de diversas intervenciones de menor entidad destinadas a su mantenimiento.
Para iniciar la restauración integral actualmente en curso, el equipo interdisciplinar —encabezado por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento— diseñó, a partir de 2019, una línea de investigación y estudio para conocer en profundidad el estado de conservación de la Puerta de Alcalá.
La investigación en torno a la puerta desarrollada por el equipo de la exposición El Madrid de Sabatini. La construcción de una capital europea, celebrada en 2021, supuso un importante punto de partida para el conocimiento histórico del monumento.
En 2022, tras las evaluaciones preliminares y con las evidencias de deterioro detectadas, se realizaron, entre los meses de julio y noviembre, un conjunto de estudios de diagnóstico, previos a la restauración, para conocer en profundidad el monumento, empleando los criterios y tecnologías más avanzados: investigación documental del bien y de las intervenciones previas; estudio material del conjunto, de sus técnicas y sistemas constructivos; escaneado y modelado 3D para obtener un modelo fotogramétrico tridimensional; estudio de los materiales y de sus alteraciones; identificación de los factores de deterioro y las patologías; y diversos ensayos de tratamientos. Estos análisis sustentan la actual propuesta de intervención de conservación-restauración y han supuesto una inversión de 164.163,18 euros.
Las metodologías de trabajo aplicadas en los estudios, avaladas por las cartas y protocolos nacionales e internacionales de restauración, han contado con los principales expertos en tratamiento e intervención en materiales pétreos y con la asesoría técnica del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE). En todo momento, se ha buscado el consenso de los expertos tanto sobre las patologías que afectan al monumento y los criterios y metodologías a aplicar, como sobre la aportación de soluciones eficaces a los problemas detectados.
La Puerta de Alcalá presenta factores de degradación intrínsecos —originados en el uso de materiales de distinta naturaleza que dan una singular combinación de comportamientos fisicoquímicos— y extrínsecos, dados por circunstancias ajenas al bien y sus materiales.
El estudio de los materiales
El conocimiento de las características y comportamiento de los diferentes materiales presentes en la estructura original de la Puerta de Alcalá, así como los elementos añadidos a lo largo de los siglos, es determinante en su restauración. Cada material tiene procesos de deterioro diferentes y se ve afectado de diversas maneras por los factores externos.
La piedra es el principal material constructivo si bien el ladrillo, un material cerámico, es el elemento empleado en la estructura interna. También aparecen metales y, por supuesto, el mortero, una masa constituida por agua y aglomerantes que proporciona solidez a la construcción.
Todos estos materiales tienen características dispares y presentan evoluciones, problemas y necesidades específicas, sin que ninguna de las patologías detectadas suponga un riesgo de pérdida del monumento. El deterioro de los materiales se encuentra dentro de los parámetros de degradación habituales en una construcción de las características y antigüedad de la Puerta de Alcalá que, además, ha estado expuesta desde su origen a las inclemencias meteorológicas, la cercanía del Parque del Retiro con la inevitable presencia de aves y semillas y la acción de los seres humanos.
El granito
Los paramentos del siglo XVIII se construyeron en granito, un material ideal para levantar, al aire libre, construcciones resistentes. Se trata de una piedra dura, compacta, fuerte y poco permeable al agua, sin embargo, por su composición, posee un sistema de pequeños capilares que se adentran en la piedra y permiten ciertos movimientos de agua en su interior que afectan a su integridad física y química.
La caliza
Los conjuntos escultóricos, las molduras y los zócalos de la Puerta de Alcalá están labrados en piedra caliza, una roca resistente pero fácil de cortar que, por ello, es muy común en monumentos y construcciones desde tiempos antiguos.
La caliza está formada por al menos un 50% de carbonato cálcico que le confiere una gran porosidad y con ella una importante capacidad de absorción. Cuando se producen infiltraciones de agua o humedad en este material pétreo puede producirse la evaporación de las sales de la piedra y que lleguen a fracturar.
Otra característica de este material es que no todos los bloques que se obtienen se comportan de igual modo, dado que depende de factores como la veta o la porosidad de cada pieza, por lo que hay que analizar específicamente el material de cada escultura.
El ladrillo
El esqueleto de la Puerta de Alcalá está fabricado en ladrillo, un material que resiste favorablemente la compresión provocada por la piedra del recubrimiento exterior. Los ladrillos están elaborados a partir de arcilla —un material plástico y maleable cuando posee agua, pero rígido, y un tanto frágil, cuando se desprende de ésta con la cocción—. En el horno la pasta del ladrillo se vuelve más compacta y resistente, aunque la presencia de impurezas en la arcilla aumenta la porosidad y su fragilidad en la exposición al agua.
Los metales
Los elementos metálicos tienen variada presencia en la Puerta de Alcalá. El hierro dulce o hierro forjado, característico por su maleabilidad y dureza, sirve de sujeción y conforma estructuras en algunos elementos decorativos y en los grupos escultóricos. Es un metal muy poroso de fácil oxidación y agrietamiento. Las estructuras originales de hierro fueron originariamente recubiertas con plomo, para proteger a este material tanto de la oxidación como de las vibraciones.
Las letras de las inscripciones en conmemoración de Carlos III son de bronce, un metal duro, resistente y maleable que, con el paso del tiempo y la oxidación, tiende a dejar tintes verdosos sobre las superficies de piedra.
La cubierta del monumento es de plomo, un metal pesado, maleable pero duradero, utilizado tradicionalmente para cubrir edificios, muros y otras estructuras. Aunque el plomo en contacto con el agua tiende a oxidarse rápidamente, el óxido forma una película capaz de aislar el metal.
En el conjunto también encontramos plomo en pequeñas y finas planchas que se utilizaron como cuñas entre bloques de piedra. De igual forma se utilizó como material de sellado en piezas y anclajes de la piedra caliza, sobre todo en las esculturas.
El mortero
La masa utilizada para rellenar los espacios entre bloques de piedra y otros elementos, logrando cohesión y robustez, es el mortero. En las zonas más expuestas de la Puerta de Alcalá apenas quedan restos del mortero original, al ser un elemento que tiende a erosionarse. Sin embargo, existen varios tipos de morteros aplicado en restauraciones previas, que poseen comportamientos y colores diferentes.
Los factores de degradación externos
Las variables ambientales, climáticas, biológicas, hidráulicas, antrópicas y de uso, son condicionantes externos que afectan al monumento y que, igualmente, se debe conocer con carácter previo a la intervención.
El conocimiento del medioambiente que rodea a la Puerta de Alcalá —factores como la temperatura, el agua, los ciclos de congelación-descongelación, las condiciones normales del aire, los contaminantes presentes en éste y el viento— así como el estudio climatológico —variaciones de temperatura, humedad y precipitaciones— han permitido determinar qué factores medioambientales y climáticos afectan al monumento, dado que las condiciones climáticas extremas pueden generar graves procesos de deterioro.
En el caso de la Puerta de Alcalá, está expuesta a variaciones de temperatura drásticas que afectan a sus materiales debido a las bruscas contracciones de éstos. Igualmente, el agua en cualquiera de sus estados es otro factor de deterioro que inicia y acelera procesos de degradación.
Entre los estudios preparatorios de la restauración se ha realizado un análisis de la calidad del aire, complementario a la valoración de los factores climáticos, para determinar la relación entre la contaminación atmosférica —derivada del tráfico rodado y los humos de combustión— y la presencia de algunos procesos fisicoquímicos acelerados, así como la presencia de hollín, un agente de deterioro que modifica el aspecto de la piedra. Todo ello teniendo en cuenta que la contaminación no es un factor exclusivamente reciente y que la puerta ha estado expuesta durante muchos años a niveles de contaminación más altos, incluso, que los actuales.
La actividad biológica también origina cambios químicos en los materiales. La Puerta de Alcalá, ubicada en el exterior, sufre deterioros por la actividad de microorganismos y organismos que colonizan los materiales: bacterias, hongos, líquenes, musgos o plantas.
Los factores hidráulicos y la actividad salina también están presentes, así se han detectado sales que pueden proceder de la disolución del material pétreo o del vertido continuado de agua de lluvia, e incluso de la descomposición de restos de excrementos animales. En cualquier caso, las sales tienden a formar pátinas o películas superficiales en la piedra.
Los parámetros relacionados con el modo de utilización de la Puerta de Alcalá a lo largo de su historia, así como su ubicación y cambios en el entorno también han dejado sus huellas en el monumento, al igual que la actividad humana: las primeras intervenciones, cuando perdió su función de acceso para convertirse en monumento, los conflictos bélicos, la aplicación de materiales de restauración actualmente descartados, las celebraciones, el turismo, las acciones vandálicas y los comportamientos incívicos.
Caliza
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Caliza
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Caliza
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Caliza
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Mortero
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Mortero
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Granito
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Granito
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Granito
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Granito
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Granito
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Granito
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Plomo
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Plomo
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Metales
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Metales
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Bronce
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Bronce
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Los criterios de intervención
El conjunto de intervenciones que se están desarrollando tiene como objetivo la conservación, a través de la paralización o ralentización del proceso de degradación de los materiales, para recuperar la consolidación estructural, así como el valor y la unidad estéticos.
La intervención en un Bien de Interés Cultural localizado en un paisaje cultural inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, como es la Puerta de Alcalá, debe tener presente los valores que representa el conjunto, así como el estado de conservación de sus materiales.
Las actuaciones se rigen por las disposiciones legales vigentes y se basan en las diversas disposiciones internacionales, así como los objetivos fijados en las Cartas Internacionales de conservación y restauraciones de bienes culturales.
Con estas premisas se buscará la intervención mínima necesaria para lograr la estabilización, se actuará desde el máximo respeto a las estructuras y materiales originales y se perseguirá la compatibilidad de éstos con los procesos y productos que se utilicen en esta intervención. Así se eliminarán las causas de deterioro, se repararán los daños y se restituirá la unidad estética del conjunto, con técnicas y materiales totalmente reversibles.
Las patologías
Los análisis, estudios y ensayos previos a la restauración han permitido disponer de un diagnóstico exhaustivo de las patologías que aquejan a la Puerta de Alcalá, así como reunir una documentación gráfica, analítica y diagnóstica completa del bien, revisar los elementos en riegos y ensayar tratamientos de limpieza y consolidación; todo ello para detallar el grado de deterioro de sus principales elementos como son los paramentos y cornisas de granito, los grupos escultóricos de caliza y la cubierta de plomo.
El monumento presenta indicadores de deterioro que afectan en mayor o menor medida a su conservación. Los dos tipos de piedra presentan afecciones como procesos de arenizado y deplacación, en el caso del granito, y problemas estructurales —fisuras y grietas—, en el caso de la caliza de las esculturas y relieves. Asimismo, los vástagos, grapas y refuerzos metálicos de los grupos escultóricos —elementos de diversa procedencia, algunos originales y otros incorporados en restauraciones posteriores— contribuyen a debilitar la caliza. Además, la cubierta de plomo no actúa de un modo eficaz, carece de ventilación, presenta humedad bajo la cubierta y las escorrentías de agua afectan a la conservación.
Los paramentos
La Puerta de Alcalá es un monumento ubicado en la vía pública, sus paramentos de granito, expuesto a la intemperie, deben hacer frente a la lluvia y otros agentes.
El agua puede deteriorar el granito al penetrar a través de su sistema interno de capilares, provocando pérdida de relieve de los bloques labrados y el redondea de sus esquinas. La superficie de la roca se vuelve más rugosa y facilita la entrada de agua. En paralelo, la humedad interna en los sillares, unida a las oscilaciones térmicas, los expone al riesgo de rotura.
Una vez iniciado el deterioro por filtraciones de agua, la degradación de la piedra se acelera y es difícil de ralentizar, dado que el agua altera la composición del granito, favorece las microfisuras y puede hinchar, desplazar y desprender la capa externa de la piedra.
En las placas conmemorativas de la construcción impulsada por Carlos III se aprecian descamaciones originadas igualmente por la humedad.
En el granito de la Puerta de Alcalá se aprecian varias manchas más oscuras llamadas gabarros, originadas por la acumulación en algunas zonas de la piedra de minerales de color oscuro. En ocasiones, estos gabarros originan áreas más resistentes y con mayor relieve, aunque, es más frecuente, el proceso contrario de rehundido de estas zonas con el paso del tiempo.
El monumento tampoco es ajeno a la presencia de sales con posibles orígenes en diversas causas: la disolución de los materiales pétreos, el agua de lluvia, la descomposición de excrementos de aves o la humedad del suelo favorecida por la capilaridad del granito. La cristalización de las sales en el interior de las piedras propicia daños, junto con la aparición de pátinas que envuelven a los materiales.
Las sales se distribuyen en dos sectores diferenciados del monumento, superior e inferior. Su presencia en la parte baja podría estar relacionado con zonas de humedad en el suelo, bajo la construcción, y con la absorción del granito. Sin embargo, en la actualidad el área en el que se levanta el conjunto no presenta humedad activa, aunque podría retener agua en temporada de lluvia.
A estos factores intrínsecos del granito, se suman los daños derivados de la actividad humana. Los conflictos bélicos que la Puerta de Alcalá ha presenciado han dejado impactos de artillería y otras armas. Estas fracturas fomentan la filtración de agua y aceleran el deterioro del material. Además, los análisis termográficos realizados determinan que estas grietas y fisuras canalizan también cambios térmicos, convirtiendo estas zonas en áreas más delicadas. Asimismo, en la parte superior del monumento, las fracturas, grietas y fisuras derivadas de los impactos de proyectiles no sólo son una vía de entrada de agua en el material que aumenta su vulnerabilidad a los cambios térmicos, sino que los intentos previos de reparación de estas lesiones han aumentado la degradación del material originando provocado ligeros desplazamientos respecto a su posición original.
Otras huellas humanas son las marcas de accidentes como el ocurrido en 2006, cuando un camión robado chocó con la fachada este de la puerta, dejando daños en la base de la construcción y en el arco central, además de manchar de aceite el granito.
Por otro lado, el carácter monumental y su atractivo turístico no mantienen a la Puerta de Alcalá ajena a las acciones vandálicas: visitantes que dejan su nombre en los muros, basura en huecos del monumento, incluso micciones en el interior de los vanos. Al tiempo que el tráfico rodado envejece de forma prematura la piedra y altera su aspecto con una pátina de suciedad y ennegrecimiento.
La exposición continuada a un ambiente ácido y contaminado también favorece la humedad interna en la piedra que, unida a las oscilaciones térmicas, produce alteraciones internas, visibles con la aparición de una especie de ampollas en la superficie. Éstas pueden desembocar en el desprendimiento de placas de piedra. Otros factores que también afectan al monumento, como la insolación, pueden derivar en el mismo resultado. La exposición prolongada al sol dilata las capas más externas de la piedra que, seguida del rápido enfriamiento nocturno, desencadena tensiones internas con la consiguiente separación de estas capas exteriores. Asimismo, los estudios realizados plantean que, en algunas partes del paramento, esta descamación esté influida por la aplicación previa de un tratamiento contra la presencia de bacterias, musgos, líquenes y otros factores biológicos.
Por último, algunos tratamientos de consolidación de la piedra, aplicados siguiendo metodologías de épocas pasadas, han resultado con el tiempo contraproducentes. Los actuales estudios han permitido comprobar que estos tratamientos contribuyen a la retención de sales y ayudan a la adherencia de polvo y contaminantes que ennegrece las superficies. Estos tratamientos junto con el mortero aplicado en restauraciones anteriores dificultan la transpiración de la piedra.
Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Patologías en los paramentos
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Los grupos escultóricos
El característico perfil superior de la Puerta de Alcalá está marcado por los diversos conjuntos escultóricos realizados en caliza que coronan el monumento. La posición eleva de estas piezas las expone a varios factores de degradación. Si bien el estado de conservación de la piedra caliza es bueno, hay algunas zonas que sufren un mayor deterioro.
La elevada exposición de estas esculturas a factores medioambientales y climatológicos determina que acumulen el mayor número de las intervenciones realizadas en el monumento.
La porosidad de la caliza la hace profundamente sensible a la lluvia, en especial cuando se combina con la contaminación, favoreciendo la disolución de la piedra, con pérdida de relieve y volumen. La contaminación atmosférica también provoca el ennegrecimiento.
En los poros se acumulan suciedad, líquenes, algas e incluso germinan pequeñas plantas, junto con depósitos de agua que provocan la separación de la capa superficial y descamaciones. El viento ocasiona también pequeñas cavidades redondeadas que contribuyen a la acumulación de agua o de microorganismos. La propia forma de las esculturas, así como las pequeñas grietas o desperfectos, facilitan el alojamiento de microorganismos y vegetales.
Por su parte, las bacterias, hongos, líquenes, musgos y plantas retienen la humedad, genera manchas y pátinas adheridas a las superficies porosas; al tiempo que su crecimiento, con la presencia de raíces en el caso de las plantas, agravan el degradado.
Los conjuntos escultóricos sufren también fisuras de profundidad y longitud variables, en su mayoría provocadas por los ciclos de hielo-deshielo, mientras otras fisuras responden a la propia composición y comportamiento de la piedra. Todas ellas, al margen de su origen, son puntos de entrada de agua y sales que podrían acelerar el deterioro.
Los elementos metálicos de anclaje, localizados en el interior de las esculturas, son causa también de roturas. Su oxidación desencadena una serie de procesos que culminan con un aumento de volumen de estas piezas y la aparición de nuevas grietas por las que penetra el agua. El mismo proceso de oxidación se producen en las grapas y tirantes presentes en el exterior —en su mayoría introducidos en restauraciones antiguas, cuando este tipo de elementos representaba una novedosa solución a las roturas de la caliza—. En este caso, la diferente dilatación de los dos materiales genera tensiones y, las piezas metálicas lejos de cumplir su función de consolidar la escultura suponen un riesgo para su estructura. Como resultado de estos procesos, algunos elementos de los grupos escultóricos han llegado a desplazarse respecto de su posición original, suponiendo un riesgo para la estabilidad de estas piezas y su correcta conservación.
Las pérdidas volumétricas por deterioro de la caliza son, en su mayoría, de pequeño tamaño, pero afectan al conjunto estético. Tan sólo la pérdida del brazo derecho de la alegoría de la Fama, que sostiene las Armas Reales de Carlos III en la fachada oriental, es una pérdida significativa. En el brazo perdido portaría, como atributo identificativo, una trompeta. Aunque este elemento se repuso en la restauración de 1959 no ha llegado hasta nuestros días. Tampoco se sabe con seguridad qué portaba en sus manos la figura de la Justicia, —probablemente una balanza—, dado que el elemento que sujetaba en su mano izquierda debió perderse a comienzos del siglo XX.
Otras piezas repuestas son la cabeza y el brazo derecho de la alegoría de la Fortaleza, situada en el extremo derecho de la fachada oriental, dañadas en 1869, cuando se creó la Plaza de la Independencia y la puerta pasó a estar exenta. La piedra utilizada en esta reposición es de menor calidad que la encargada por Sabatini.
También la orientación influye en el estado de las esculturas, así aquellas ubicadas en la fachada oriental tienen un mejor estado de conservación que las situadas en la fachada oeste, ya que estas últimas están más expuestas a las heladas y soportan oscilaciones de temperatura más radicales. Por otra parte, las esculturas de la fachada oeste son de mayor volumen, con pesos en torno a los 8.000 kilos, y formas más sinuosas, salientes y complejas. La única excepción en la fachada este sería el grupo de la Fama, que presenta una mayor complejidad.
Para evaluar los datos de los diferentes elementos escultóricos y priorizar las actuaciones se han establecido tres niveles: bajo, medio y alto. El primero corresponde a las piezas con buen estado de conservación, que carecen de daños físicos significativos que afecten a su estructura o unidad estética, aunque presenten suciedad o alteraciones cromáticas por oxidación o contaminación. El nivel intermedio aglutina aquellas piezas con pequeñas pérdidas de materia, grapas metálicas y otras intervenciones, que a largo plazo puedan suponer un riesgo para su conservación. Por último, el nivel más alto integra las piezas que requieren una intervención inmediata.
En los elementos catalogados con nivel de riesgo alto se procedió a su desmontaje o apeo. Este es el caso del ala izquierda de la alegoría de la Fama que presentaba un alto grado de fragmentación a pesar de su restauración en varias ocasiones anteriores. En esta pieza se habían colocado grapas y tirantes metálicos que habían contribuido a la rotura y desplazamiento de su posición algunos fragmentos.
Patologías en las esculturas
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Patologías en las esculturas
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La cornisa
La cornisa es una de las áreas del monumento más afectadas. Los actuales estudios revelan que también esta zona sufre los efectos de algunos tratamientos de consolidación, además es la más afectada por la colonización de aves, por ser el espacio donde principalmente se produce la anidación. Los restos de excrementos propician el arraigo y crecimiento de plantas mientras las plumas y otros restos biológicos causan daños a los materiales al ocasionar reacciones en la caliza y el granito, que pueden llegar a causar fisuras internas.
También esta zona tiene una elevada incidencia de microorganismos —bacterias, hongos, líquenes, musgos y plantas— que representan uno de los principales factores de degradación. Sin olvidar que, por su altura, está expuesta de manera más directa a los factores climáticos como el viento, el sol o la lluvia. Por último, a los daños propios del granito se añade el deterioro de los grupos escultóricos.
Al igual que ocurre en la parte inferior de los paramentos, también en la cornisa se aprecia una evidente presencia de sales, en este caso, relacionada con la lluvia y la escorrentía del agua. La humedad provoca perdida de cohesión, arrastre de material y finalmente un posible desprendimiento. Además, el continuo discurrir del agua produce tinciones en la piedra, especialmente cuando procede de la cubierta de plomo o de elementos metálicos. La presencia de partículas de oxidación en estas tinciones puede aumentar el estrés térmico de la piedra.
Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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Patologías en la cornisa
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La cubierta
Desde época cercana a su construcción, la cubierta de plomo de la Puerta de Alcalá presentó problemas similares a los actuales: acumulación de humedad y tinción de la piedra. En la intervención de 1869 se detallan los daños de este elemento y en posteriores restauraciones se realizan labores de conservación, reparación y sustitución sobre esta parte del conjunto. De hecho, la actual cubierta no es la original, sustituida por completo en la restauración de 1992.
El plomo se oxida rápidamente y crea una película protectora del material. El contacto de esta película con la humedad, en un entorno contaminado, acelera la absorción y con ella el aumento de volumen del material. Al verse modificada, la cubierta puede realizar un trabajo contrario al que se le presupone, el agua discurre hacia el interior de los materiales pétreos favoreciendo su deterioro, en lugar de desaguar la lluvia y evitar depósitos.
Por otra parte, la carencia de ventilación hace que el metal se encuentre carbonatado en su cara interior y estas sales afectan a los paramentos pétreos.
Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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Patologías en la cubierta
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